martes, 31 de julio de 2012


Opinión de Mónica Arriola
Nada tarda tanto como aquello que no se empieza.Alain

Para empezar a representar y terminar de aparentar…

La política necesita prudencia, necesita congruencia e inteligencia. Necesita menos resentimiento y más entendimiento. Necesita consistencia, resistencia para asumir riesgos, necesita la confianza que se gana en base a buenos resultados, pero que se mantiene a través de la humildad.

Para representar a la ciudadanía con humildad se necesita más inteligencia y menos negligencia, más cercanía y menos indiferencia. Se necesita honrar la palabra y no empeñarla en la coyuntura para después olvidarla en la emergencia. La representación política es participación y no restricción, es escuchar como ciudadano antes de hablar como político. La representación política es interpretación social, es reconocer la exigencia y las necesidades de los 52 millones de pobres en México. La representación política no significa solamente consuelo ante la tragedia, la representación no se argumenta con el perdón, por el contrario se sustenta con el hecho, con la respuesta oportuna, con reformas aprobadas e instituciones responsables.

La representación es vocación, se construye desde la formación como ciudadano y se consolida con educación política. La representación es interlocución e intermediación, es regulación, negociación, discusión, argumentación y legislación. No es dispersión y simulación.

Dejar a la ciudadanía sin voz es cegar a la política. Es pretender que todo se puede arreglar desde arriba cuando en realidad lo que importa son los cimientos. Creer que la política resuelve por sí misma los problemas es pecar de soberbios, es devaluar la opinión pública, es confiar en la percepción como distractor y no en la evaluación política constante como motor de evolución democrática.

La representación política no se puede sustentar a base de dádivas, debe de otorgar derechos y no tratar de asumir privilegios que no corresponden a nuestra verdadera realidad. Representar es respetar, es dedicar con orgullo lo que por ley se está obligado a hacer. No se trata de asumir posturas extremas con resultados débiles. No se trata solo de tiempos políticos, se trata de razones éticas para no malgastar los momentos con declaraciones que más bien parecen guiones escritos en el pasado.

Representar también es orientar e incentivar a la ciudadanía, es cooperar con ella para gestar políticas públicas congruentes. La representación se gana en las urnas pero se defiende y se reconoce a través del trabajo diario, no se legitima solamente desde la comodidad del fuero, se ejerce con la autoridad moral que te otorga el compromiso y el resultado.

La representación política no surge del aplauso pactado o del voto comprado. No se presume con frivolidad, se asume con lealtad y sinceridad. La representación política es obligación y no claudicación, es deber no solo en el decir sino también en el hacer.

Nuestro país no puede ser objeto de una representación que le apuesta al error ajeno para el reconocimiento propio. No puede fijarse en la revancha política. Utilizar la tribuna legislativa para alusiones personales cuando la obligación es velar por los intereses colectivos.

Representar políticamente es conciliar socialmente. Por eso, existe una deuda con los mexicanos que no han encontrado en sus representantes el órgano efectivo que se preocupa y que se ocupa de atender los reclamos y las exigencias. Por eso, la representación no puede ser simulación, por eso, la urgencia no solo está en el ¿Cómo? sino en el ¿Quién?; por eso para empezar a representar con dignidad, hay que dejar de aparentar lo que por nuestros errores no hemos sido capaces de solucionar…

Gracias, padre.

Diputada del Partido Nueva Alianzaarriolamonica@hotmail.com

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