“La verdad jamás daña a una causa que es justa.”Mahatma Gandhi
Representar con dignidad, hacerlo con capacidad y honestidad. Representar con honradez la política, hacerlo con vocación, comprenderla para poder defenderla, confiar en ella para poder respetarla.
Hacer de la política actos de dignidad es el primer paso. Hacer de la política historias de verdad, que reflejen menos debilidad y más responsabilidad, con personas que resuelvan y no se contradigan. Hacer de la política una digna, razonada y con valor ciudadano. Este tendría que el primer paso obligado; entender que la política no recae solo en el destino, sino también en el origen, saber que la política no se describe solo en el fin sino también se conoce por sus , comprender que la política no transparenta solo con el perdón, sino que se alimenta en la prevención.
Hacer de la política una profesión digna depende de evitar la inseguridad y el temor ciudadano, para que estos factores no deterioren su apoyo a las instituciones democráticas. Hacer de la dignidad principio y valor político hará que el debate no se convierta solamente en ataques personales. Es la dignidad quien no permite prometer sabiendo que no se cumplirá. Es la dignidad quien no suple la actitud propositiva por la conducta reactiva.
Ampliar el concepto de la política permite la generación de políticas públicas alcanzables y medibles. Limitar la política a un ámbito estrictamente coyuntural hace que los conflictos rebasen el marco representativo, hace que la falta de identidad partidista debilite los lazos entre representantes y representados. Es la dignidad quien evita el falso discurso, quien condena la inmediatez que no permite reformar mediante procesos graduales, continuos y sistemáticos.
Sin dar este primer paso de dignificar el servicio y la actividad pública nos acostumbraremos a la política de grandes enunciados y pocos resultados, seguiremos prefiriendo el escándalo que la sustancia. Acostumbrarnos a la indiferencia política y ciudadana debilita el poder democrático, y esta debilidad aleja la capacidad de cumplir con las promesas alimentando la desconfianza. Por eso, una política digna, incentiva más participación para una mejor representación, una política que dignifica es una política activa, incluyente y congruente.
Es precisamente con dignidad como se combate al que corrompe, como se señala al que encubre, al que simula. Es con la dignidad por delante cuando se detiene la manipulación, y se deja de utilizar la frivolidad como distractor.
La política debe de rescatar la dignidad, debe de hacerlo desde la perspectiva social, con mecanismos de rendición de cuentas para restringir el espacio a quienes no se comprometen con el buen funcionamiento del Estado mexicano. La política digna como ejemplo, como , como obligación, porque la dignidad política no se mide por encuestas ni se refleja en spots. La dignidad se demuestra, se siente y se transmite, legislando y gobernando con integridad, debatiendo, gestionando y sirviendo a favor del interés colectivo. La dignidad política engrandece instituciones y no se puede disfrazar su ausencia cuando solamente se prioriza el interés particular.
La representatividad se gana en las urnas pero se es digno de ella por el actuar diario, porque la democracia no tiene temporalidad ni fecha de caducidad, la participación ciudadana no puede ser opcional, y la rendición de cuentas no puede ser discrecional.
El primer paso, para retomar el , para dejar de perseguir objetivos sin saber porqué y para qué, el primer paso para dejar de correr tras de otro sin importar lo que en el camino vamos perdiendo, el primer paso para reconciliar la política con la ciudadanía, para las libertades y combatir de manera efectiva las ilegalidades, el primer paso para valorar antes la verdad que las apariencias y preferir la humildad que la impunidad es justamente rescatar el decoro político…
Gracias, padre.
*Senadora del Partido Nueva Alianza
arriolamonica@hotmail.com
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