martes, 16 de octubre de 2012

SANAR A LA POLÍTICA, en la opinión de Mónica Arriola


“En política hay que sanar los males, jamás vengarlos”
Napoleón I

Momento de reconocer lo que la política ha logrado y lo que ha condicionado. Momento de establecer si nuestra política merece refrendarse o más bien necesita reconstruirse. Momentos críticos que no pueden separarse de criterios éticos que constituyan un diagnóstico plural, sensato y verdadero.

La política mexicana se convierte entonces en su propio enemigo, puede por un lado el propio a la enfermedad que desde hace décadas aqueja, pero también puede ser el mínimo catalizador para alejar en dolor sin curar en el fondo el origen de su padecimiento. Así, creemos que la política siempre existirá para bien o para mal, que la democracia, o la ilusión de ella, siempre mantendrá viva la expectativa y la dependencia política. Confiamos en que la inercia nos llevará a buen puerto, aunque para llegar tengamos en la miles de ejecutados. Nos resignamos al viento en contra que hace el más largo, y nos aferramos a no querer cambiar de rumbo por desidia, incapacidad o complicidad.

Así vamos, navegando sin determinar claramente el rumbo, el destino, la distancia. Navegando con de grandeza individual que poco contribuyen al beneficio social. Navegando con golpes de timón, producto de la ocurrencia y la improvisación.

Navegar por instinto, por reacción en la política, hace que el Estado equivoque la ruta, que debilite su poder y convierta a la democracia en un puerto cada vez más lejano y ajeno de los ciudadanos. Hacer política no es desincentivar, no es generar disenso para después pintar lienzos de que esconden la responsabilidad y culpabilidad. La política debe ser eficiencia, capacidad de los funcionarios públicos no sólo para el diseño y la formulación de las políticas públicas, sino también para poner en marcha y ejecutar los programas y proyectos.

Nuestra política está en riesgo de colapsarse si no se somete a un tratamiento profundo en los tres niveles de gobierno. No sólo se trata de perfeccionar, se trata de restaurar, de reconfigurar métodos políticos que se han enquistado, que han hecho de la falla cotidiana el engrane para moverse sin dirección recogiendo en el trayecto piedras de corrupción, de impunidad y opacidad.

Una política enferma legaliza la pobreza, la hace parecer normal; una política que no reconoce su enfermedad bloquea el dolor no lo cura. La política que no acepta su enfermedad engaña, mientras ante los ojos de los ciudadanos se debilita, se descompone, se quiebra. La política contagia la enfermedad, hace del diagnóstico una receta y no un de gobierno a largo .

Quienes utilizan a la política como instrumento de venganza personal se equivocan; quienes desde los medios de comunicación toman de rehén a la política para el desprestigio personal se equivocan. Aferrarse sin argumentos válidos en contra de alguien para acumular popularidad en acervos de índole personal es llevar a la política al escenario de la banalidad conceptual, de la frivolidad documental.

La enfermedad política se sana desde la aceptación de la misma, se atiende desde el origen, y por negativo que sea el diagnóstico debe de discutirse, porque al ignorarlo nos hacemos parte del problema. En política no se pueden sanar los males si la política es parte ellos, desafiar a la enfermedad aferrándonos al dolor, evadiendo sus consecuencias, hará que nos acostumbremos a que la política prefiera vengar los males mucho antes que intentar sanarlos…
Gracias, padre
*Diputada del Partido Nueva Alianza

arriolamonica@hotmail.com

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