COLUMNA Amores perros...¿Emilio Chuayffet a la Secretaría de Educación? ¿De verdad?
Raymundo Riva Palacio
¿Emilio Chuayffet a la Secretaría de Educación? ¿De verdad?
Chuayffet tiene una característica, la de unir enemigos que son mutuamente enemigos. Si Enrique Peña Nieto lo confirma como su próximo secretario de Educación, allanará el camino para una colisión frontal con el líder del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, con quien tiene un diferendo desde hace más de una década, revivido en los dos últimos años, al ser un ariete en contra de sus aspiraciones presidenciales. Pero sobretodo, su nombramiento sería una declaratoria de guerra en contra de Elba Esther Gordillo.
Gordillo y Chuayffet tiene un pleito irreversible desde 2003, cuando la maestra, en ese entonces líder de la bancada del PRI en San Lázaro, animada por el expresidente Carlos Salinas, acordó con el presidente Vicente Fox un incremento al IVA. El apoyo a Fox se acordó en la casa de Salinas, junto con el presidente del PRI, Roberto Madrazo, quien tan pronto terminó la reunión, comenzó a sabotear la alianza.
Si Beltrones fue pieza importante en el desgaste de Gordillo dentro del PRI, Chuayffet fue quien organizó la revuelta en San Lázaro que terminó con su destitución como líder de la bancada y, tres años después, con su expulsión del partido porque operó contra la campaña presidencial de Madrazo y apoyó a Calderón. Colocarlo al frente de la SEP, que tiene como principal interlocutor al sindicato de maestros que encabeza, sería un desafío abierto. Nombrarlo no sólo produciría el enfrentamiento entre los dos, sino también rompería la unidad interna que alcanzó Peña Nieto con Beltrones y con el propio Salinas, quien pese a haber restaurado su relación con Chuayffet, no termina de olvidar que fue él quien hizo la persecución política en su contra y contra su hermano Raúl, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, de quien fue secretario de Gobernación.
¿Chuayffet como secretario de Educación? Extraña, pues se encuentra hoy en día muy enfermo y con un problema serio en el ojo, por lo que ha dicho a sus cercanos que se encuentra en retiro. Sorprende, porque en las vísperas del congreso extraordinario de los maestros en octubre, Gordillo ofreció su cabeza a Peña Nieto y el presidente electo la quitó de la bandeja de plata y le dijo: “Quiero que me acompañe todo el sexenio”. En el entorno de la maestra piensan que la filtración, que salió urgentemente la noche del jueves desde el equipo de transición, encierra otra intención: elevar el costo de la próxima negociación entre Peña Nieto y Gordillo.
La negociación sobre posiciones en el gobierno entrante se dará en días, donde concretarán lo avanzado por sus emisarios y el yerno de la maestra, Fernando González, exsubsecretario de Educación. Cuáles son las posiciones que desea, no se sabe. Lo que está sobre la mesa es el pago al apoyo que le dio durante la campaña. Gordillo habló con cerca de una decena de gobernadores que le son afines para que respaldaran a Peña Nieto, más allá de cómo quisieran jugar localmente con los partidos, y en la operación magisterial, se diseño la llamada “Operación Ágora”, para movilizar a los maestros y captar al menos cinco millones de votos para Peña Nieto.
Gordillo y Peña Nieto no alcanzaron un acuerdo para una coalición en la elección presidencial, pero informalmente se dio. La maestra estableció relaciones hacia abajo del presidente electo, con el entonces coordinador de campaña, Luis Videgaray, y con quien forjó una relación más estrecha, Miguel Ángel Osorio Chong, de quien dependerá el Secretario de Educación del próximo gobierno. ¿Están jugando pelota dura con ella? Si este es el caso, la maestra leyó el origen de esa estrategia, pues entre sus allegados sostienen que “los astros se le están alineando”. ¿O Peña Nieto quiere realmente enfrentar a la maestra? Vistos los antecedentes, se antoja difícil. Pero todo es posible en la política, aunque más factible es que una ingenuidad en el equipo de Peña Nieto haya querido sumarle presión a Gordillo. Si ese fuera el caso, antes de iniciar el sexenio ya los habrá medido para engullírselos, como a tantos antes. Esto, no sería una buena señal.
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