martes, 28 de agosto de 2012

Opinión de Mónica Arriola: Buenas intenciones y malas decisiones…


Mónica Arriola
 
Toda persona debe decidir una vez en su vida si se lanza a triunfar, arriesgándolo todo, o si se sienta a ver el paso de los triunfadores.
Thomas Alva Edison

Presos de las buenas intenciones, cómplices del enredo, del chantaje, del sabotaje. Presos de la buena intención pero víctimas de la mala decisión. Así actuamos en el escenario de la política, con vestuarios según la ocasión para aparentar, disimular, representar. Con escenografías a modo según la conveniencia del actor. Con guiones y declaraciones que buscan ser decretos y verdades absolutas.

Creemos que haciendo nuevas leyes todo cambiará y nos equivocamos si antes no somos capaces de cumplir las existentes. Creemos que la buena intención en la palabra se refleja automáticamente en una buena solución en los hechos. Somos caprichosos en nuestros deseos personales y soberbios en nuestras conductas políticas. Hacemos política de ocasión y no de verdadera vocación. Hacemos política con el afán de crear biografías personales y no en razón de transformar condiciones

México no necesita solamente actos de protesta, requiere actitudes de propuesta. México no necesita ser espacio de violencia para comprender diferencias. Por el contrario, son las divergencias las que hacen de la democracia el valor e para exhibirlas con tolerancia y no inhibirlas por arrogancia. México es más que una contienda electoral, más que suposiciones post-electorales, más que arrebatos personales. El mexicano no puede ser rehén de las ocurrencias, preferir el comportamiento del arrebato, de la acusación, de la , de la cerrazón.

Presos de las buenas intenciones, de la generación de expectativas bajo la misma narrativa política que luce por su retórica pero que adolece de práctica. Nos convertimos en dueños de los buenos deseos bajo discursos comunes, con frases y lemas que adornan la fachada política mientras dejamos los cimientos débiles de un sistema político endeudado, desarticulado y devaluado.

Presos de la conveniencia a corto plazo, hacemos que las propuestas audaces no rindan políticamente porque es más conveniente cerrarle el paso a nuevas expresiones que desde la minoría asumen el riesgo de concebir a la política como compromiso público y obligación moral.

Nos desvivimos por tener en la representación política la legitimidad de origen, pero poco nos preocupamos por construir la legitimidad de , esa que se obtiene con el responsable del día a día. Por eso, somos presos de las buenas intenciones pero víctimas de los malos resultados, porque hemos ido dejando que el debate político se deteriore cada vez más, a un nivel donde ni siquiera somos capaces de discutir los centrales e importantes, si de ante sabemos que no habrá consenso, que en el lugar de acuerdo habrá posicionamientos inflexibles, monólogos ideológicos acomodados según la rentabilidad política, aunque ésta afecte la sustentabilidad social.

Atados a la superficialidad política, atados y atorados en la comodidad de la trivialidad legislativa, de la nulidad deliberativa para instrumentar reformas y reglamentación efectiva. Atados a diagnósticos basados en percepciones, a la abundancia propagandística, al descrédito entre la intermediación de la opinión pública, los políticos y la ciudadanía.

El Estado mexicano no puede depender solamente de las buenas intenciones, exige buenos resultados y buenas decisiones. Exige carácter para dejar de privilegiar la difusión del escándalo más que las acciones trascendentales. Exige sensatez para reconocer que la democracia no es producto de la mercadotecnia, porque asumirla como tal hará que la política se convierta en juegos de apariencia y no en actos de sustancia.

Hay una responsabilidad compartida entre medios de comunicación, políticos y ciudadanía para demostrar que la democracia es cosa seria. Responsabilidad compartida que debe de tener como origen las buenas intenciones pero que también debe de tener como destino las buenas decisiones, responsabilidad compartida para ser protagonistas y hacer de la política reflejo del triunfo y no cómplice de aquellos que la pervierten en la derrota…



Gracias, padre.




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